Las dificultades de aprendizaje son una cuestión que aqueja a niños y niñas en edad escolar, que si no son superadas o atendidas profesional y oportunamente, pueden dejar secuelas que afecten el aprendizaje en etapas académicas posteriores, las habilidades sociales, la salud emocional y llegan incluso a reflejarse en la calidad de vida de la persona adulta. A veces estas palabras se asocian automática y equivocadamente con el retardo mental, es necesario entonces, aclarar a lo que se refiere realmente el término dificultad de aprendizaje. Para ello, cito a las autoras Suzanne Major y Mary Ann Walsh quienes lo definen puntualmente:
¿Qué se entiende por dificultad de aprendizaje?
La expresión dificultad de aprendizaje se interpreta con frecuencia erróneamente, y ello es debido en parte a que se ha definido de muy distintas maneras. Normalmente, cuando hablamos de un niño o niña con este problema, nos referimos a aquellos que, a pesar de poseer una inteligencia media (o superior a la media) y una capacidad auditiva y visual dentro de los límites normales y no presentar graves problemas emotivos o motrices, encuentra, sin embargo, cierta dificultad para realizar el trabajo escolar cotidiano. Este niño no es el <<alumno lento>> incapaz de aprender según el ritmo escolar normal, ni tampoco el niño con trastornos emotivos o con problemas de integración social, si bien es cierto que el niño o niña con problemas de aprendizaje a menudo presenta alguna frustración como resultado de las complicaciones académicas y sociales que debe afrontar debido a dichas dificultades, ya que en cierta forma es consciente de que no logra alcanzar los objetivos que se supone que debería de acuerdo a los parámetros socioculturales de normalidad. Este tipo de niños pueden ser más activos de lo común; de hecho, la hiperactividad y la distracción son características frecuentes en ellos. Pero esto, más que la causa, puede ser el resultado de su principal dificultad de aprendizaje.
Las denominaciones trastorno mental y disfunción mental mínima sólo deberían aplicarse a aquellos casos en que esté médicamente probada la existencia de alguna disfunción neurológica. Estas etiquetas se aplican, a menudo impropiamente, a niños que presentan hiperactividad, distracción u otros síntomas similares a los que se observan en niños con trastornos mentales. Esto suscita una pregunta: “¿Quién quiere ser objeto de etiqueta alguna?” Dificultad de aprendizaje, indica, al menos, que el problema radica en el proceso de aprendizaje, no en el niño, lo que supone un avance en la dirección correcta.
Extracto tomado de:
Major, S. & Walsh, M. (1982). Actividades para niños con problemas de aprendizaje. México, D.F.: CEAC.
Extracto tomado de:
Major, S. & Walsh, M. (1982). Actividades para niños con problemas de aprendizaje. México, D.F.: CEAC.